En su nuevo libro “Colombia feroz”, José Manuel Martín Medem analiza la historia política de Colombia y intenta explicar la situación de hoy a través de los acontecimientos de ayer. José Martín Medem va más allá de la historia muy conocida. Según él, la democratización del país empieza con la candidatura de Jorge Eliécer Gaitán como presidente y termina poco después con su asesinato. Lo que sigue es una cadena de acontecimientos que inician un conflicto armado que continúa hasta hoy.
El autor es concreto, logra demostrar las conexiones entre todos los actores (los paramilitares, los empresarios, los narcotraficantes y las FARC) y las consecuencias de sus acciones. Trata la desigualdad, las expropiaciones actuales en un Colombia considerado por el mundo externo como una democracia.
Martín Medem logra poner en perspectiva la historia de Colombia, el sufrimiento de su población y pinta simultáneamente el alcance y los límites de la nueva Colombia de Uribe. Tanto favorito de Escobar, presidente del Estado como de los paramilitares, Uribe ha logrado construir un narco-estado como existen pocos. Dos poderes, el Estado y los paramilitares, se complementan continuamente asegurando siempre que los grupos que mandan quedan en el poder.
Convence por las referencias que hace en su libro al intentar probar su tesis, pero no logra convencerme. La descripción de algunos acontecimientos más recientes, como el secuestro por las FARC de unos “espías” estadounidenses, él mismo demuestra la falta de objetividad de su manuscrito. Cuando habla al final de su libro de “recuperar la hermosa tradición constitucional latinoamericana que reconoce el derecho a la sublevación contra el terrorismo del poder” me sorprende la ingenuidad del autor.
José Manuel Martín Medem decepciona por convertir lo que podría haber sido un análisis exhaustivo en una parábola llena de anticuados estereotipos y elogios pocos creíbles. Se pierde en conflictos dentro de una izquierda latinoamericana que queda pegada en viejas intrigas sin mirar hacia el futuro, ni menos hacia sus propios vecinos.
Si Señor, Colombia no es una democracia. Si más bien el libro analiza los abusos de poder, señala el acoso continuo a la justicia, explica la situación de los colombianos y la relación poca transparente entre EEUU y Colombia, no Señor, deja al margen que son los colombianos, también de izquierdas, que acosan y matan a sus compatriotas.
La mera presencia de los EEUU no explica la extrema injusticia ni la violencia en un país donde hay mercados de secuestrados. Considerar los EEUU como consecuencia y culpable de la situación implica intrínsicamente que la desaparición de este país significaría la solución del problema colombiano. El que ve los EEUU como amenaza dentro del continente americano, vive en el pasado y olvida el nuevo vecino, lejos del continente pero mucho más cerca de América Latina de lo que pensamos: China. Qué pena con Vds.
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